En la preparatoria era el que se quedaba a ver los comerciales mientras los demás los aprovechaban para ir al baño o a servirse algo de tomar, y el que compraba las revistas para ver los diseños de los anuncios más nuevos. Por eso decidí estudiar algo que incluyera publicidad.

Tan solo entre el momento en que decidí estudiarla y el momento en que me gradué, el software de diseño que solían tener solo las grandes agencias pasó a ser algo que cualquiera tenía en su computadora, y los elegantes catálogos impresos que las empresas producían cada año, pasaron a ser una cosa nueva llamada página de internet.

Entonces hubo que soportar las risas de los jefes tradicionalistas cuando les decías que un sitio web y un correo electrónico iban a reemplazar las visitas del vendedor que repartía folletos; y un año después, recibir un correo de esos jefes diciéndote que había que mejorar el sitio web y hacer campañas por email porque “ya íbamos tarde con la innovación”.

Años después, la gente odiaba los comerciales de TV porque eran intrusivos en su tiempo de calidad, pero amaba que ese mismo comercial apareciera sobre el video musical de  Youtube o sobre el contenido de la noticia que estaba leyendo, aunque fuera exactamente lo mismo.

Mientras eso pasaba, migramos de ver comerciales con grandes producciones en TV, a comerciales o menciones grabadas por el mismo dueño de la tienda, y de ver grandes diseños en anuncios de periódico o revista, a anuncios con las letras 3D del Power Point y una foto pixeleada; porque ahora eso estaba al alcance de muchos más, y el reflector estaba sobre una cosa que se llamaba redes sociales, en donde podías encontrar las más creativas producciones multimedia.

Recargando…

Entonces hubo que soportar las risas de los jefes tradicionalistas cuando les decías que las redes sociales iban a reemplazar al sitio web y el emailing masivo; y un año después, recibir un inbox de esos jefes diciéndote que había que hacer más publicaciones en redes porque “ya íbamos tarde con la innovación”.

Años después, la gente odiaba los comerciales que le aparecían en Youtube o Facebook porque eran intrusivos en su tiempo de calidad, pero amaba que ese mismo comercial se lo leyera un influencer mientras sostenía con una mano el producto y con la otra el celular para grabarse, aunque fuera exactamente lo mismo.

Mientras eso pasaba, migramos de ver comerciales con grandes producciones en internet, a ver videos hechos por el mismo dueño del negocio y editados en el iPhone, y de ver grandes diseños de anuncios en blogs y redes sociales, a anuncios hechos en una plantilla del canva con una foto de buena calidad, pero casera; porque ahora eso estaba al alcance de muchos más, y el reflector estaba sobre…

La creatividad está agazapada otra vez, esperando que su siguiente presa salga del escondite para lanzarse sobre ella y repetir la historia.

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