¿Has visto videos con niños que les ponen un dulce enfrente y luego los dejan solos en la habitación con la promesa de que si cuando regresen no se lo ha comido, obtendrá un segundo dulce? ¿Cuántos de esos niños prefieren aprovechar la oportunidad a pesar de la promesa de tener el doble de beneficio en un futuro cercano?
Ahora imagínate que el dulce son utilidades (ganancias), y el niño eres tú con tu negocio.
El ejemplo hace referencia al concepto de postergar o demorar la gratificación, es decir a la capacidad que tenemos para inhibir nuestra conducta de obtener una ventaja en el presente, a cambio de una mayor en el futuro; elementos muy vinculados a la motivación y el establecimiento de metas.
Ya he hablado de la cultura de la inmediatez, de esa necesidad de satisfacción instantánea en la que vivimos inmersos, y de cómo nos puede afectar tanto en nuestra vida personal como en los negocios. No postergar la gratificación es muy similar, te ofrece una satisfacción momentánea a cambio de una posible inestabilidad económica u operativa en un futuro, hablando de negocios.
Los más afectados son los emprendedores, porque generalmente esto te pasa cuando a un negocio le va bien por primera vez. Algunos ejemplos son:
- Irte de viaje con el dinero que ganaste en un proyecto en vez de reinvertirlo en marketing para conseguir más proyectos como ese.
- Subirte el sueldo en vez de contratar más personal para que tu negocio siga operando para crecer.
- Tomar los dividendos en vez de abrir una segunda sucursal.
- Ahorrarte ‘lo de la publicidad’ cuando ya te funcionó para llegar al punto de equilibrio (y seguramente seguirá funcionando para crecer).
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¡Ojo! No te digo que no disfrutes de lo que tu trabajo genera, sino de que no pierdas de vista tus metas por apresurar una gratificación que, tal vez si esperas un poco, se pueda multiplicar y asegurarte seguirla recibiendo por mucho tiempo.
Los ‘YOLO’, ‘para eso trabajo’, ‘lo importante es el hoy’, ‘me lo merezco’ y demás frases que te motivan a tomar acción inmediata son buenas, pero si de frases hablamos, solo asegúrate que no ‘te salga más caro el caldo que las albóndigas’.